Sanos y salvos

Correr es un juego. Escribir es un juego. Si pudiera, me dedicaría únicamente a correr y a escribir. Correr como ejercicio espiritual, además de físico. Escribir como ejercicio de limpieza. Como forma de abono y crecimiento. En primavera, especialmente en primavera, el suelo rebosa de vida. Hormigas, caracoles, lombrices, arañas... Algunos dejan huella, otros no. Otros no hacen más que estar allí. Cruzar la carretera. No han venido a más. Sólo eso, cruzar la carretera. Y yo, que sólo soy un bicho más de la primavera, no tengo derecho a ser más, ni por supuesto menos. Cuando corro entre ellos, juego a no dejar huella. Salto por encima de ríos de hormigas, esquivo familias de afanados caracoles, serpenteo entre las serpientes y trepo por las telas de araña, sin hacer ruido. Muestro mis respetos y ellos me muestran el suyo.
Juego a eso, a no dejar huella ni cadáveres a mi paso. Y cuando vuelvo, si hay suerte escribo, no para dejar huella, sino que todo esta vida no se pierda ni se olvide, una vez hayamos cruzado la carretera. Sanos y salvos.

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